La vida es una película en la que tú eliges si ser el protagonista o un mero espectador.

Bogotá

Día 1. Llegada a Bogotá
Llegamos a Bogotá con media hora de retraso porque el avión tuvo que esperar que le tocara turno para aterrizar. A pesar de ser un aeropuerto internacional, sólo tiene 2 pistas, así que parece que esto es bastante habitual.
Cuando llegamos ya era de noche, pero tuvimos la suerte de que nos fuera a recoger nuestro amigo Isma, así que fuimos directo a su casa, cenamos y nos fuimos a dormir.
Día 2. Relax
Lo tomamos en plan relax ya que a la diferencia horaria y al cansancio por no haber podido descansar en todo el vuelo (cortesía de un par de niños extremadamente maleducados que nos dieron la vara toooodo el camino), teníamos que sumarle la altura (Bogotá se encuentra a 2.600 m.s.n.m., aprox.) que nos tenía agotados.
Nos ubicamos un poco en la zona donde nos estamos alojando: Ciudad Salitre. Fuimos al centro comercial que está a dos calles (o «cuadras») y, dando un paseo, llegamos al Parque Simón Bolívar. Es un parque enorme donde la gente va a caminar, a correr («trotar»), a hacer ejercicio en las instalaciones públicas que hay, a pasear con sus mascotas, etc. Tiene una laguna dentro donde se pueden alquilar barcas. Nosotros anduvimos un poco y terminamos con la lengua fuera. Es un efecto de la altura: la falta de aire y, por tanto, el cansancio.
Día 3. Museos y recorrido por la historia de Bogotá
Nos levantamos temprano y fuimos al Museo del Oro (entrada: 3.000COP, audioguía: 6.000COP). Contratamos el audioguía… algo inútil, pues repetía lo que se podía leer en los carteles de cada vitrina. En un momento teníamos al lado a un italiano que iba dando explicaciones a otro señor… pero tardaban mucho en pasar de una vitrina a otra y nos dió apuro que nos pillaran escuchando.
Al cabo de unos minutos nos dimos cuenta de que había una visita guiada en inglés a dos pasos de nosotros: la guía y una señora. Nos unimos a ellas. Realmente interesante. Recomendamos encarecidamente NO contratar audioguía y SÍ seguir a la persona que hace de guía. También hacen visitas en castellano, nos dimos cuenta más adelante, pero era un grupo muy grande; la nuestra resultó bastante personalizada.
Plaza de Simón Bolivar

Después del Museo del Oro fuimos a la Biblioteca, donde habíamos quedado para almorzar con un chico (menú: 7.500COP). Mereció la pena comer allí, tanto por el precio del menú como por las vistas del  centro que hay desde la terraza. De ahí fuimos paseando al Museo de la Independencia – Casa del Florero, donde él mismo nos hizo una visita guiada puesto que había participado en la creación del museo, y luego estuvimos paseando por el centro (La Candelaria). Nos explicó parte de la historia de Bogotá. Luego fuimos a merendar a su casa, un dúplex en el centro con preciosas vistas a la ciudad y al cerro Montserrate. Gracias William por compartir tus conocimientos y tus experiencias con nosotros. Comimos un pan relleno de arequipe (manjar o dulce de leche) y una rosca rellena de maracuyá… ¡riquísimo!

Día 4. Catedral de Sal
Fuimos con Isma y Diana a la Catedral de Sal, en Zipaquirá, al norte de Bogotá (entrada: 20.000COP). Era una antigua mina de sal que ahora es más parecido a una iglesia/catedral. Impresiona pensar que todo eso lo excavaron los mineros, el increíble y laborioso trabajo que realizaron. Hacían pasillos largos y estrechos y, cuando los unían con el corredor principal, entonces los agrandaban hasta convertirlos en especie de capillas.
Es una maravilla contemplar los dibujos que la sal y los minerales, en forma de estratos, forman en los techos y paredes. Es una preciosa decoración natural.
No hay que ir con la intención de ver una mina, pues nada más lejos de la realidad. Aunque nos parece caro, vale la pena visitarlo sea uno cristiano o no.
Comimos Ajiaco (sopa con guasca, 2 tipos de patatas, maíz, pollo y, aparte, arroz y aguacate) en Zipaquirá. Es un plato típico y bien rico, pero hay que tener hambre porque es muy contundente.
Día 5. Montserrate y centro histório (La Candelaria)
A las 11.30h empezamos a subir el cerro Montserrate, en Bogotá. ¡¡Un verdadero infierno!! Aún no estábamos aclimatados del todo a la altura de esta ciudad y se nos ocurrió subir el cerro andando (sí, hay funicular y teleférico… pero somos así de chulos). Tardamos 2 horas en llegar arriba, totalmente agotados. Pero valió la pena, tanto para comprobar que nada nos limita más que nosotros mismos (en varios momentos de la subida pensábamos que seríamos incapaces de llegar arriba, pero ¡lo conseguimos!) como por las vistas que se aprecian desde arriba.
La «Moreneta» colombiana
Vimos a varias personas ascendiendo con los pies descalzos, seguramente en señal de penitencia.
En la cima hay una iglesia que contiene un Cristo «caído» y, en una capilla, una virgen morena… igual que la virgen de Montserrat. ¿Será por eso que le llamaron así?
Luego fuimos a comer y a pasear por el centro, para hacer fotos, recorrer y disfrutar tranquilamente el centro de la ciudad. Estaba lleno de gente, se respiraba un ambiente vivo y energético. Es cierto que puede ser peligroso, pero basta ir con cuidado y no ostentar (provocar).
Llegamos justo a tiempo para echar un vistazo rápido del museo de Botero. Estuvimos apenas unos minutos, pero es uno de esos museos gratuitos a los que merece la pena asomarse.
En definitiva, nos llevamos un grato recuerdo de Bogotá.

¿Cuándo fuimos?: Primera semana de mayo de 2012


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Un comentario

  1. Hola, dice el encabezamiento que "la vida es una película en que tu eliges ser protagonista o espectador". Vosotros habéis elegido ser protagonistas de vuestra propia vida y lo habéis hecho con valentía porque os enfrentáis a condiciones que muchas veces por ser desconocidas son adversas y hasta peligrosas; lo habéis hecho movidos por la curiosidad porque queréis saber que hay más allá de unas fronteras arbitrarias instaladas muchas veces por intereses muy mezquinos y en falsos patriotismos; lo habéis hecho con la alegría de saber que vais a recorrer un camino juntos y en que cada uno de vosotros seréis el único apoyo del otro y eso os proporcionará felicidad. En fin, habéis sido capaces de hacer de vuestro sueño una realidad que ya estáis cumpliendo. Yo, por circunstancias de la vida soy un simple espectador de mi vida, pero mas de la vuestra, y desde mi butaca veo a esa "personita" que un día fue mi pequeña niña que acurruqué en mis brazos lanzarse a lograr sus objetivos, sus deseos, a cumplir sus sueños, a realizarse como ser humano, pero ahora la veo ya convertida en una mujer independiente, auto suficiente, segura de lo que quiere y capaz de superar los escollos que le presente el camino, con la ambición de encontrar su lugar en el mundo. Soy un padre orgulloso que extraña a su hija, que ya no tiene quien le diga que no debe comer tanta sal, que debe descansar, que se cuide, que no se pelee en los partidos del Espanyol y tantos otros consejos. Quizás el mas huérfano de estos consejos sea yo y no porque no sepa distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo conveniente y lo que no lo es, sino porque no sentiré esa satisfacción de escuchar a esa, mi pequeña niña convertida en mujer, cuidándome y preocupándose de mi. Sus consejos y a veces órdenes o reproches, me hacían sentirme orgulloso de ella porque sentía que en algo había contribuido para que llegara a ser la persona íntegra que es, la mujer de fuertes valores y de sólidos principios. Buena suerte Javita y sepas que siempre estaré a tu lado. Tu "papi".

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